jueves, 4 de enero de 2018

Café Sunzal - Playa El Sunzal

Ya me encuentro de vuelta en El Salvador, y no hay nada como ir casi que inmediatamente o por unas pupusas bien rellenitas o por un coctelito con vista al mar. Puesto que el año se encontraba ya en las últimas, fue que decidimos con Gabriel ir a la playita, a disfrutar del calorcito que tanto nos hacía falta. Además, andábamos un antojo -de esos que te retuercen el alma- de unos camarones en salsa rosada con aguacate. Fue entonces,  que este domingo último de 2017 bajamos a la playa a eso de la una de la tarde; el sol estaba en todo su esplendor y el calor, por supuesto, con todos los poderes.



Considerando que ya habíamos visitado la Ola Beto’s del puerto y La Pampa Argentina, fue que optamos entonces por ir a Café Sunzal, ya que ambos teníamos mucho tiempo de no poner pie ahí y recordábamos lo agradable que eran las instalaciones y la vista con la que cuenta.

Íbamos llegando a eso de las 2 de la tarde, hicimos previamente una corta parada a una estación de gas comprando un par de heladitas para el camino. Al llegar, y contrario a lo que esperábamos, el parqueo se encontraba un poco lleno (el mismo no es muy grande, contará con espacio para unos 10 carros sin “encuchar”). Encontramos un espacio libre y nos bajamos con los vasos plásticos con cerveza.


Al entrar, una amable señorita nos saludó y nos dio la bienvenida, mas no nos ayudó a ubicarnos ni a guiarnos en las instalaciones (las mismas soy muy grandes y hay mesas en 3 diferentes niveles). Nos aventuramos, entonces, a bajar al último nivel, que es el que justo quedaba en la orilla de la playa. Nos fuimos a sentar en una de las dos mesas de orilla disponibles y esperamos a que nos fueran a atender. Al cabo de un par de minutos el mesero nos fue a entregar un par de menús y sin más nada, se retiró de la mesa.


Nosotros, como ya sabíamos lo que deseábamos, lo ubicamos rápidamente en el menú; la delicia añorada se encontraba en la sección de cocteles, justo después de los Appetizers. Vimos de entrada que el coctel costaba $12.00 pero con el deseo que llevábamos, sabíamos que nos íbamos a terminar tremendo coctelón cada uno. Llamamos, entonces, nuevamente al mesero para ordenar y le pedimos dos órdenes de cocteles (aún teníamos un poco de cerveza, por lo que no ordenamos nada de tomar en ese instante).

En lo que nos servían la comida, disfrutábamos de la linda vista y de la música que –bien a lo lejos- se escuchaba salir de unos mini parlantes. En cuestión de unos 5 minutos ya venían con nuestra orden. La mesera nos los puso en la mesa y –no sabiendo cómo reaccionar- sólo ordenamos dos Pílsener. ¿Por qué no sabíamos cómo reaccionar, me preguntás? Los cocteles que nos llevaron parecían una broma; de las malas. Realmente la decepción fue tal que no nos salieron palabras en ese momento. Estos cocteles, que te venían a salir a $13.20 cada uno, eran de un tamaño risible, fácilmente pasaban como plato para menú infantil. Los camarones eran de los pequeños y habrán sido unos 10, junto con la mitad de un aguacate mini. El plato era tan pequeño y simple que todavía se atreven a ponerles orillas de tortilla frita encima, como “decoración”. ¿De cuándo acá se come coctel con tortilla? ¡Pónganme más camarones, mejor, ingratos! A esto sumale que las dos rodajitas de limón que llevaban los cocteles tampoco eran suficientes, quedando los cocteles simples al gusto, y platicamos esto con Gabriel, quien me dijo que pidiera limón adicional si quería. Yo le agradecí, pero POR SUPUESTO que no iba a pedir más limón, para darles el gusto de cobrarme unos $2.00 por “la orden de limón”.





Entonces, me dispuse a ver cómo le daba sabor a ese simple coctel y tomé la Salsa Inglesa “Lea & Perrins” y la misma no sólo NO SABÍA a esa marca, sino que se notaba a leguas de distancia que la habían mezclado con agua, y obviamente, el chile “Tabasco” también estaba mezclado con agua. ¿QUÉ TIPO DE RESTAURANTE “DE CALIDAD Y LUJO” HACE ESTO? Y digo lujo, porque verdaderamente solo alguien que pueda darse el lujo va a pagar lo que nosotros este día (never again, by the way). Por si esto fuera poco, cuando íbamos por la mitad del coctel (que nos tomó un par de minutos) nos llevaron las dos cervezas que, para más joder, estaban algo tibionas. No nos cayó nada en gracia tampoco, pero considerando que íbamos con algo de prisa y que iba en sintonía con los camaroncillos de charco y salsa con charco, nos las dimos igual.




Terminando de dar el último bocado, Gabriel alzó su brazo para pedir la cuenta. La mesera, que es quien lo vio, asintió con la cabeza. Pasaron cerca de 10 minutos y no aparecía la cuenta, al ratito se asoma él con el sobre negro y nos dice: “Ustedes pidieron la cuenta, ¿vea?” y yo como: ¡Sííi!, a lo que responde: “Este, me equivoqué”. Literal y algo alzadamente exclamamos “¡AY DIOS!”.
Pasaron otros minutos y regresa el mesero con una factura que acababa de llenar, donde nos estaban cobrando $26.12. “¡Vaya!” dijimos, “nos están dando descuento por el pésimo servicio y calidad en la comida”. Y qué diantres, el mesero ahí vio que la otra mesera nos había servido dos Pilsener y se retira con la tarjeta de Gabriel y la factura a corregir el error. Finalmente regresó con una factura adicional, donde por las 2 Pilsener nos estaban cobrando los $5.44 restantes y el voucher de la tarjeta por el monto total. Tomamos el dulce de menta que nos “regalaron” a cada uno y salimos huyendo de ahí. Si en algo estuvimos de acuerdo, con Gabriel, fue: Never again.



Recomendaciones de Ariana:

Si lo que deseas es bajar a la playita a comer a la orilla y con una linda vista, definitivamente no es Café Sunzal el lugar más recomendado, especialmente si vas en familia (el bolsillo se te va a resentir, y el estómago hambriento también!).
Sin duda alguna ya prefiero ir a la Pampa Argentina que se encuentra un poco después de este restaurante y cuya atención y servicio es mil veces mejor (sus instalaciones tampoco se quedan atrás). Salimos muy decepcionados de un restaurante de dicha “altura” donde se prestan a trasegar hasta las salsas para condimentar y se atreven descaradamente a cobrar como si valiera la pena. No recomiendo.