San Valentín, la fecha más comercial que existe después de Navidad, y claro, bodas por aquí y bodas por allá. Tan así, que tanto Gabriel como yo teníamos invitaciones a dos diferentes bodas, a las cuales asistimos por una o dos horas a cada una.
Sin embargo, como siempre, buscamos pasar tiempo a solas para hablar de la vida, de la semana o en este caso, también para celebrar nuestro Valentín y claro, comentar y discutir las bodas, sus adornos, vestidos, invitados, el servicio, la música, etcétera. Y es por ello, que buscamos algún lugar que no estuviese tan lleno esa fecha y a esa hora, pues ya eran pasadas las doce de la media noche.
Casualmente fuimos a dar a La Ventana, pues todos los demás lugares por los que pasamos estaban llenos y ya no teníamos deseos de ir a Malibú esa fecha, pues habíamos ido varias veces y seguido, y no lo sentimos adecuado para la ocasión. Al llegar al lugar mencionado, vimos que afuera del local la calle estaba cerrada y habían mesas y adornos alusivos a la fecha, muy bonito.
Bueno, entramos y nos sentamos, claro, en el área de fumar y muy amablemente un caballero se acercó a atendernos y nos llevó el menú. Nosotros muy entusiasmados viendo el menú con alegría, pues moríamos del hambre, en ninguna boda alcanzamos a comer, pues a la primera llegamos antes de la comida y a la última hasta después de la cena. Mala ironía.
La onda es que llegó el mesero a tomar la orden y Gabriel, mientras babeaba al unísono conmigo, pidió unas salchichas alemanas que suelen prepararlas muy bien ahí. El amable y atento mesero nos comentó que cocina ya había cerrado, pues cerraban a media noche.
Casi convulsionamos.
Le pedimos que viera qué podía hacer por nosotros y no sé si fue él súper amable o nosotros súper dábamos lástima, pero se retiró unos minutos y aproveché para ir al baño, el cual sigue intactamente igual que siempre: sumamente estrecho, con un secador de manos que a duras penas tira sus últimos alientos y poco cómodo. Bueno, regresé a la mesa y para nuestra suerte, el mesero volvió con buenas noticias: Nos abrieron la cocina rápidamente para cocinarnos las salchichas, las cuales disfrutamos con una deliciosa botella de vino blanco (cuyo consumo creemos que fue el motivo por el cual nos hicieron el paro en realidad).
Casi convulsionamos.
Le pedimos que viera qué podía hacer por nosotros y no sé si fue él súper amable o nosotros súper dábamos lástima, pero se retiró unos minutos y aproveché para ir al baño, el cual sigue intactamente igual que siempre: sumamente estrecho, con un secador de manos que a duras penas tira sus últimos alientos y poco cómodo. Bueno, regresé a la mesa y para nuestra suerte, el mesero volvió con buenas noticias: Nos abrieron la cocina rápidamente para cocinarnos las salchichas, las cuales disfrutamos con una deliciosa botella de vino blanco (cuyo consumo creemos que fue el motivo por el cual nos hicieron el paro en realidad).
Recomendaciones de Ariana:
Yo opino lo mismo, es un buen lugar, uno se la puede pasar tranquilo y atienden bien.
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